Comentarios sobre su obra

Amparo Osorio por Fernando Maldonado
Amparo Osorio por Maldonado
La aprehensión del instante
Por Fernand Verhesen
(Bruselas, Bélgica, Septiembre 14 de 2001)
Los poemas de Antología Esencial de Amparo Osorio, son de una indiscutible riqueza, por no ser transitorios y por sedimentar sin jamás inmovilizarse en nuestro pensamiento y en nuestro corazón. Esto es evidente, porque la profundidad de la emoción los nutre.
El poema reloj de arena (homenaje a Juarroz) se sitúa con otro lenguaje, en la misma estela esencialmente móvil.
La autora en este libro intenta el fondo de su devenir, persiguiendo una fuerza detonante capaz de aprehender el instante de surgimiento de la palabra que se ha extraviado por ser sabida, la captura de su primera eclosión, de su nacimiento primordial. La poeta se aventura a percibir el origen que nos queda, que nos define, en una exploración que busca develar todo su misterio.
Y ese manojo de versos de su Antología esencial pareciera decirnos que la poesía es ella misma más allá, la palabra en las fronteras, de un tiempo sin tiempo, que no avanza sin provocar la angustia al escuchar su eco indescifrable.
Una obra perturbadora que entra en resonancia con aquello que nosotros tenemos, los unos y los otros, por esencial.

La verdad de lo sensible
Por Claude Michel Cluny
(París, agosto 3 de 2005)
Yo amo la concisión de Amparo Osorio, esas palabras que entran en la verdad sensible como una navaja en una fruta. La precisión, que tantas veces cae en el ámbito de la pobreza, es un arte difícil, y exige la mirada justa para saltar al vacío. Para seguir la línea de sombra del tiempo y “ser raíz indescifrable” hasta desandar nuestras huellas sobre la página de nieve... Y aceptar que la mano tiembla un poco; así siento esta voz, así escribe ella, bajo la égida de Pavese, por ejemplo.


Una voz nueva y mayor en la poesía en lengua castellana
Por Jorge Nájar
(París, Dic. 8 /04)
Leo Antología esencial frente a un mar sereno y apacible, lo justo y necesario para atreverse con esa inmersión en los fantasmas de la noche que nos propone este sólido conjunto de la obra de Amparo Osorio.
La aventura aquí comienza hablándonos del viento que esculpe rostros mientras un “tú” (¿el tú psicoanalítico, esa máscaras del “yo”? ¿o el “tú” vocativo? – sea ese uno de los deslindes en esta lectura) vigila la hierba y ahí desconoce los indicios de “toda eternidad”. “Fuera de ti no hay raíces posibles” sostiene la voz antes de formular la interrogante con el que no sólo se cierra el poema liminar (“¿Cómo nombrarte sin que crezca la muerte?”) sino que se convertirá en el hilo conductor de este derrotero en el que, como chispas surgidas de la fragua de la existencia, brotan retazos de la infancia, reflexiones sobre el origen, anhelos de identificarse con el tiempo –en su transitoriedad-, reencuentros con los seres amados en espacios signados por el miedo, recuerdos de dioses pulverizados. Y todo eso dicho con un tono dolido pero sin quejas, con amargura pero sin lamentos.
Vuelto a leer este libro, me dije que no estaba ante un discurso exclusivamente literario, sino oyendo la voz de un ser confrontado con los avatares del mundo. Una voz cimera, poesía, la única susceptible de acercarse y penetrar en el lado oscuro de la existencia, para sorprendernos e incluso estremecernos con sus hallazgos.
Si bien en cada uno de sus objetos musicales hay momentos de intensidad sin límites y de hundimientos sin regreso, vibraciones de una verdad que se va precisando en su conjunto, es memorable la melodía fúnebre que late en la integridad de “Si pudiera en oscuro prolongarme”.
Hay también desolación cuando conseguimos visualizar el cuerpo de la voz en la intemperie hablando con la lluvia sobre un dios que llora. Y hay sucesivos momentos de espanto en este viaje incierto hacia las comarcas del enigma. Este oratorio fúnebre se cierra con una vigorosa “Migración de la ceniza” en el que asistimos a la evolución de dos amantes que han vivido todas las edades en un universo poblado de miedos.
Que duda cabe, estamos ante un planteamiento esencial de la problemática del ser y su relación con el amor y la muerte. “Alguien está llamando/ y arroja/ desde el fulgor del tiempo/ en verdor al abismo”. Afirma, grave, en temple mayor, en su última estrofa.
No nos hagamos los sordos, estamos ante una voz nueva y mayor de la poesía en lengua castellana.

Temblor primigenio
Por Iván Oñate
No quiero repetir la postergación de hablar sobre lo que me suscita este libro de Amparo Osorio, a quien debo mi feliz admiración por haber encontrado su poesía. Una emoción igual, sólo la sentí cuando descubrí la poesía de Olga Orozco.
La obra de Amparo produce esa visión diferente, nueva, pero a la vez ancestral como una huella que perdura en nuestra sangre desde lo más remoto de los tiempos. Eso que citaba Deleuze y no recuerdo si era de Kafka: una poesía que parece la traducción de una lengua extranjera. A lo cual agregaría: extranjera porque viene del futuro, de ese futuro que sólo podemos comprender a condición de no haber perdido la memoria de ese primer temblor primigenio, de ese relámpago que nos convirtió en hombre y mujer, allá en las cavernas ontológicas, en los umbrales de nuestro ser.
Ese temblor del Ser, justamente, un instante antes de ser, y ese temblor ante el “implacable ultraje”, es lo que percibo en todos y cada uno de los versos de esta impecable poeta.

Revelación poética
Por Renato Sandoval Bacigalupo
(Palabras de presentación de Antología esencial en la Feria Internacional del libro de Lima (Perú) Julio 25/2005)
Leyendo a Amparo Osorio encuentro que la suya es una poesía llena de presagios, ansias, preguntas e incertidumbre, pero también de urgida y digna contención, lo que la hace aún más densa y compleja no obstante su aparente sencillez.
Su escritura tiene las maneras de cierta poesía francesa actual, por ejemplo la que alude a Yves Bonnefoy o, mejor aun, su admirado René Char.
En ese sentido, de la poesía de Amparo se podría decir lo mismo que Maurice Blanchot señaló en cierta ocasión sobre la obra de Char: “Se trata de una ‘revelación poética’. Su mundo es el mundo de la tierra, los árboles, los arroyos, los animales y la naturaleza, el incesante movimiento de aquello que, entre la creación y la muerte, es también una metáfora de los ideales del poeta para expresar el futuro y aceptar la inminencia de la muerte. Su estilo es un claro reflejo de su ambición por el uso de formas breves, un rico lirismo que transmite las severas lecciones del moralista sobre los objetivos del ser humano”.
Poemas breves pero incandescentes, los de Amparo; de una flamígera carga existencial que rehuye la descripción objetiva u objetivizante del entorno.
Como acabo de decir, a su escritura le ronda la sombra acosadora de la muerte, omnipresente; busca sin embargo un respiro para la angustia y la desesperanza.
Escuchémosla esta noche, mientras en su voz discurren “Dispersión de ceniza”,“Tejedoras de lluvia” y otros tantos de sus profundos poemas contenidos en esta Antología esencial.

Apasionada intensidad
Por Jorge Rodríguez Padrón
(Prólogo a la Primera edición de Antología esencial, 2001. Madrid, julio 21/01)
En este riguroso libro existe, especialmente la verdad del drama de escribir planteado como una atrevida y compleja elementatidad; porque si bien un hallazgo, una sorpresa, genera el poema como voz del deseo, el ejercicio de la escritura acaba con el convencimiento de su fugacidad, de que lo apresado siempre se transforma, se escapa tan pronto logramos asirlo: al perder mi huella, pacté la oscuridad.
Con toda la fe en que esa perplejidad es expresada en su poesía, la condición efímera es paradójicamente la plenitud, aquello que permanece: el sabor agridulce/ de haber ido en la noche/ a la comarca del enigma.
El instante se petrifica y se renueva, la apasionada intensidad de los poemas, ofrece una imagen de ilusión y reconocimiento, como polos de una tensión eficaz, fructífera, y reveladora. La escritura ha sido ardua pero no inútil, ¡ahora tenemos una nueva pregunta!


Territorio de Máscaras: La permanencia de la fuga
Por José Chalarca
(Bogota, junio 15 de 1990)
Amparo Osorio acusa un grado de madurez en su decir, tiene una honda serenidad para esparcir el tinte triste de desesperanza que pinta en sus cuadros del amor, de las cosas, de los seres que surgen en sus veros:
“Ya no me queda luz/ Me acostumbré tan solo a ser la sombra/ o aquel pájaro ciego./ Subsiste sin embargo/ la costumbre de ser/. La permanencia de la fuga”
En este poema titulado “Claroscuro”, alienta esa terrible angustia de ser. El claroscuro es la presencia-ausencia de la luz, es la luz en el momento de irse y dejar el espacio bajo en imperio de la sombra. Nos hace sentir, casi nos restriega en el rostro esa noción carrasposa de que existimos por inercia; de que estamos ahí solo para fungir como testigos del paso del ser, que solo es el permanecer el ser pasado, y que la existencia es un tema fugado que interpreta una orquesta cósmica dirigida por un músico loco.

Escenografía de máscaras, teatro de memorias
Por Mónica del Pilar Uribe Marín
(Revista Prisma Tercera época II trimestre de 1990 -Arte y Cultura)
Territorio de máscaras en una ventana sensual pero a la vez estela colmada de nervaduras filosóficas. La poética de este libro de Amparo Osorio, es majestad vertical ante los avances de nuestra gran herida. En todos sus poemas existe una suerte de ética del dolor, una consumación y un despilfarro de la esperanza, cierta y, sobre todo, un redoblar las fuerzas para engañar a la borrasca, oponiéndole la anunciación más restellante: la empresa colosal de re-fundar la memoria, ya no como una inútil cosecha de nostalgias, sino como aquel fuego insumiso que agrieta los resquicios, y es soberano atacante tanto de nuestra orfandad esencial, como de aquellas apariencias fomentadas por el hombre, desde que perdió todo contacto con su verdadera huella. En cada página, en cada línea, acecha un misterio deleitoso, una trasgresión de alto cuidado, que nos lleva a comprobar que guarda, como en sordina, una hermosa colección de ecos, de figuras apenas registradas, de rostros y siluetas recortadas, de voces y desplazamientos leves, de contactos, de roces que no logran consumarse: escenografía de sueño, escenografía de máscaras, teatro de memorias.

Urdimbre que transmuta
Por Cristo García Tapia
(El Universal, Cartagena, enero 26 de 1991)
Amparo Osorio es una poeta con voz propia en el escaso panorama de la poesía femenina en Colombia.
Sin los aspavientos y ruidos que suelen hacer no pocas de sus congéneres que invocan a la poesía para posar en la crónica social, la voz de Amparo asume con frontal y determinante entereza su vocación y condición de poeta.
Para ascender y descender tras el destello que le significa el misterioso vuelo de la palabra, ella convoca la constelación y la alquimia de ese Yo eterno que se llama palabra, urdimbre que transmuta en esencial razón de ser de todo cuanto la circunda y la signa: “reí la luna de los otros/ y mis pálidas aguas se perdían/ en tantas máscaras / que me quedé sin rostro/ Ahora sigo llamando/ reconóceme/ enrarecido aire/.
Sus señales ocultas, su íntimo ir y venir por la secreta magia de las palabras, su intenso lirismo, testimonian la búsqueda incesante de esa voz propia que, ineludiblemente debe identificar al poeta: ¿Que otra cosa habré sido/ sino esta sombra/ ebria/ torpe/ trashumante?/ Tiempo:/ materia en que me voy y desvanezco/ vas tiznando la noche/ y sólo queda/ el sitio de mi sombra/.
Sin que las sombras, la muerte, la noche, la oscuridad, símbolos y signos recurrentes y omnipresentes en su discurso poética, desdigan de la luminosa intensidad vital que emana de aquél, hay que asumir que en su obra prevalece lo que ella misma llama: la oscuridad de la rosa: Quién iniciará la fiesta esta noche/ y pondrá en fuga/ la indefinible luz?/ Hoy todo en ti nos enamora/ hasta tú/ bella y oscurísima muerte/.
La poeta asume la ciudad, escasamente presente en nuestra poesía contemporánea y otorga al poema una consistencia terrenal y humana, pues su ciudad es una ciudad que aprisiona y tortura, que duele y lacera inmisericordemente: Como un enjambre de ángeles caídos/ bajan los arreboles de la tarde/ y en el cuenco de la ciudad/ comienza la extraña gravitación/ de un humo melancólico/ Qué extraña conjunción de vida y muerte te atraviesan/ ciudad, la más cara/ Perdido paraíso?
Territorio de máscaras, su último libro, es un buceo por la palabra, río de todos los tiempos y es una constante metamorfosis sobre la máscara mutante que es la vida.
Amparo nos cautiva con este nuevo libro, y nos aproxima a su vedado territorio. Voz de magia y encantamiento que trasciende y de la que está hecha y sentida su poesía.